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Son
los objetos y substancias naturales cuyas formas y propiedades modificamos
en el proceso de diseño, con el propósito de que las
formas de los materiales existentes se vuelvan apropiadas para lo
que deseamos o necesitamos.
El diseñador necesita saber cuáles son las propiedades
del material, de modo que pueda idear diseños que resulten
adecuados a éste y quizá descubrir nuevos modos de
utilizarlos: dureza, blandura, resistencia, fuerza tensora o compresora,
ductilidad o rigidez, color,
todo ello determinará qué formas aceptará un
material y para qué funciones resultará adecuado.
No obstante, es bastante común que a un material se lo adapte
a funciones tradicionalmente realizadas por otro.
Así, la aparición de nuevos materiales como el acero,
plástico y caucho, estimularon innovadoras ideas de diseño
y dieron nuevas características físicas a objetos
familiares.
Ese proceso de adaptación de materiales es constante y sucede
hasta hoy en día.
¿conoces los zapatos de caucho? ¿las muebles inflables?
¿las cámaras fotográficas desechables? ¿la
ropa de tela de cáñamo?
Esos son algunos ejemplos de readaptación de materiales.
Son las acciones físicas que dan a un
material las formas diseñadas.
En
el caso de pequeñas empresas, tales como la alfarería
o la fabricación de muebles sencillos, el artesano es también
el diseñador; a veces las creaciones formales son originales,
pero frecuentemente son ideas tradicionales repetidas de modo rutinario,
generación tras generación.
En obras de mayor envergadura, como la construcción de una
catedral, las habilidades de los artesanos, como canteros y carpinteros,
siempre están subordinadas a un diseño global, y estas
personas trabajan según normas aportadas por el diseñador.
Durante el período industrial inicial, la fabricación
de productos se fraccionó en procesos separados más
simples, cada uno de los cuales podía ser llevado a cabo
por personas que no siempre tenían que ser artesanos, en
el sentido clásico del término.
Actualmente, el diseñador industrial y el técnico
de procesos, que trabajan con máquinas complejas y normas
técnicas aportadas por clientes a quienes la manera de obtener
el resultado no siempre les preocupa, han erosionado aún
más el alcance y el valor de las destrezas manuales en la
industria.
Como resultado, hoy en día, las verdaderas Artesanías
han llegado a ser ámbito exclusivo de personas que procesan
sus propios materiales, diseñan sus propios productos y se
consideran a sí mismos artistas independientes.
Podemos
considerar el diseño como un tipo de modelado mental, una
variedad del pensamiento abstracto derivado de la actividad básica
humana de manipular y remodelar el mundo físico.
Algunos tipos de pensamiento formal, como las matemáticas,
son muy abstractos. Pero el diseñador debe idear formas que
puedan ser transformadas en realidades con los recursos disponibles.
Los diseñadores creativos pueden dedicarse a idear nuevas
formas que supongan un reto para los procesos y materiales ya existentes.
Si un diseñador idea una silla de metal, debe estudiar factores
tales como la fuerza del acero, la forma del cuerpo humano y las
estructuras estabilizadoras.
Y aunque no participe en la fabricación real de la silla,
debe modelar el diseño con un claro sentido de cómo
puede realizarse. Los dibujos y especificaciones que el diseñador
realiza tienen que transmitir a otras personas las formas, componentes
y materiales necesarios para concretar su proyecto.
La
forma de un objeto está determinada, en gran medida, por
su propósito; en muchos casos por múltiples propósitos,
tanto prácticos como psicológicos.
En un extremo, por ejemplo, están las radios portátiles
taiwanesas de bajo costo, tamaño pequeño, relativa
resistencia y alta distribución, cuya intención primera
es satisfacer la necesidad de radios en el tercer mundo, en desmedro
de la calidad.
En el otro extremo se hallan los grandes monumentos culturales tales
como catedrales, edificios públicos, torres, etc... que son
pensados para responder no sólo a propósitos prácticos,
sino también estéticos, espirituales y políticos.
Entre ambos extremos hay una enorme variedad de tareas que debe
cumplir el diseño: dar forma a automóviles, empaquetar
cereales, maquetar anuncios, elaborar formatos de computadores,
etc.
Esta variedad productiva nos señala que los extremos no están
efectivamente separados, que a menudo se tocan y se articulan para
lograr en conjunto sus propósitos. Tendemos a considerar
la función y el aspecto (lo práctico y lo estético)
como mutuamente excluyentes, y no nos damos cuenta de que el diseño
puede aplicarse a ambos, e integrarlos efectivamente.
Propósito y función son dos cosas distintas; por un
lado, está el objeto que tiene un solo propósito,
una función. Por ejemplo, el martillo está pensado
sólo para golpear cosas. En el otro lado está el objeto
puramente estético, como la pintura abstracta. Carece de
función (porque ni siquiera describe el mundo físico
como la pintura figurativa) pero tiene un propósito: la expresión
y presentación de sentimientos y sensaciones.
Los propósitos varían desde el más simple al
más complejo; lo mismo ocurre con las soluciones. Una buena
solución de diseño puede ser compleja, pero el mejor
diseño generalmente parece sencillo, contradiciendo las complejidades
de su formulación.
Un excelente diseño, que se convierte en un clásico
que marca época y estilo, es aquél que logra combinar
una innovadora solución práctica con belleza y atractivo
visual. |